Adoptar un perro, en busca de un nuevo hogar

Una nueva oportunidad para «Toby»

Adoptar un perro, en busca de un nuevo hogar.

Texto y fotos: Juan Urrutia.

Hace unos quince mil años, el lobo eligió a un ingrato compañero de viaje: el ser humano, transformándose de esta manera en el antecesor de nuestros perros domésticos. Desde entonces, el perro nos ha rescatado tras catástrofes naturales, ha sido determinante en la lucha contra el narcotráfico e incluso, como en el caso del leonberger, se ha lanzado al agua sin dudarlo para rescatar a bañistas en apuros. Éstos son sólo unos ejemplos de todo lo que debemos a nuestros peludos amigos. Sin embargo, muchas personas (no merecen este calificativo, pero de alguna forma hay que referirse a ellas) abandonan a sus perros cuando se dan cuenta de que su cuidado requiere de algo más que llenar su plato todos los días, otras, los maltratan cruelmente. Estos desdichados animales a menudo terminan en perreras municipales, o bien en albergues caninos propiedad de asociaciones protectoras de animales, y es aquí donde muchos encuentran por fin un hogar.

¿Por qué acudir a una perrera?

Los motivos son muchos, algunos evidentes, pero numerosas personas ignoran que un perro rescatado de la jaula de un albergue puede convertirse en un compañero inigualable. Muchos de estos canes son mestizos, lo cual, lejos de ser una desventaja, juega a nuestro favor por varios motivos. Así como un perro de raza procedente de un criador serio cuenta con todas las garantías -o al menos se le suponen-, lógicamente no son perros baratos, un animal proveniente de las granjas de perros húngaras, donde se crían canes como si fuesen pollos, sin tener en cuenta la genética de los padres, no. En el segundo caso se consiguen perros económicos, de venta en centros comerciales etcétera, pero propensos a enfermedades hereditarias como la displasia de cadera o la epilepsia. Los “mil razas” son menos dados a este tipo de males, aunque no están libres de ellos. Por otra parte, su gratitud hacia nosotros será eterna y los convertirá, con un poco de paciencia por nuestra parte, en los mejores perros que podamos encontrar.

Adoptar un perro, en busca de un nuevo hogar.

Lo más difícil, la elección

Decidirse por un perro, por uno solo, es complicado, pues veremos decenas de animales, la mayoría muy afectuosos, y nuestra condición humana nos hará sentir lástima por todos. Es importante desprendernos de toda idea preconcebida, no pensemos “quiero un pastor alemán”, vamos a centrarnos en el carácter, la estética la valoraremos de forma secundaría o cuando indique claramente que el animal tiene sangre de una raza determinada, lo cual puede decirnos mucho de sus futuras capacidades y características. Resulta fundamental preguntar a los responsables de la perrera, y contarles cómo somos, qué esperamos del perro y todo lo que creamos relevante al respecto, ellos están más interesados que nadie en que nos llevemos el animal adecuado para que nuestra casa se convierta en su hogar definitivo. Puede que un animal dominante sobrepase nuestra capacidad para educarlo, si es nuestro primer perro, o tal vez busquemos un perro deportista para que nos acompañe en nuestras sesiones de footing por el parque, puede que lo que necesitemos sea un compañero dócil para una persona anciana. Sea como fuere, todos estos perros tienen en algún lugar su amigo humano ideal.

Eso no se hace… ¿o tal vez sí?

Ya tenemos a nuestro nuevo amigo en casa, lleva sólo un par de días y ya nos obedece, se porta de maravilla, es increíble… Muchos perros se comportan así mientras se sienten inseguros y se están adaptando a su nuevo hogar, pero no nos engañemos, nos queda por delante la tarea de reeducar al animal. Popularmente se recomendaba propinar un periodicazo en el hocico al perro para enseñarle que algo estaba mal. Si con cualquier perro ese es un comportamiento totalmente inadecuado, con un recién llegado de la perrera resulta ser lo peor que podemos hacer. Es posible que nuestro compañero haya recibido maltrato en su antigua casa o en la calle, si le pegamos sólo conseguiremos aumentar su desconfianza hacia nosotros y desequilibrar al pobre perro. La letra no entra con sangre, ni en las personas ni en los animales. En lugar de enseñarle lo que está mal, de reaccionar sólo ante sus trastadas, le instruiremos en aquello que deseemos que haga, premiándole con unas bolitas de pienso o con alguna chuchería canina cuando consiga realizar aquello que le pedimos. Lo primero que le enseñaremos es a acudir a nuestra llamada, una larga correa nos ayudará, y cada vez que acuda ipso-facto, le daremos un premio. Así relacionará nuestra voz con algo placentero y con el tiempo nos obedecerá sin dudarlo. Poco a poco iremos alternando las golosinas con caricias, reduciendo las primeras y aumentando las segundas a medida que pasen las semanas, así el animal no obedecerá sólo por comida, también por la satisfacción de ser felicitado y mimado por su dueño. Esto establece fuertes vínculos afectivos entre perro y dueño. La costumbre, desagradable costumbre, de pegar al perro cuando por fin se acerca, tras no acudir a nuestras reiteradas llamadas, consigue el efecto contrario: el perro relaciona la orden con un golpe y cada vez obedece menos. Las órdenes básicas: acudir, parar, sentarse y tumbarse son fácilmente asimilables por el perro, y muy rápidamente si cada acción acertada es premiada. Además, el refuerzo positivo, puede, si lo deseamos, sacar lo mejor de nuestro animal, a la mayoría de los perros les favorece la estimulación de su inteligencia mediante el aprendizaje de nuevos trucos. Sólo necesitamos paciencia, hacernos entender mediante señas acompañadas de unas palabras clave (siempre la misma para cada orden) y una bolsita con bolitas de pienso. Al principio el perro hará lo que le decimos de forma intuitiva, por ejemplo, si colocamos nuestra mano en el suelo con un premio tarde o temprano se tumbará y cuando lo haga recibirá el anhelado bocado, relacionando automáticamente la acción con la orden y el incentivo. Los juguetes son un poderoso objeto de deseo para muchos perros, también nos serán útiles para educar al nuestro, pero no debemos olvidar que después de una sesión de aprendizaje ha de venir el ocio, debemos dejar que corra, olisquee y se relacione con otros perros.

Adoptar un perro, en busca de un nuevo hogar.Eso sí que no se hace

Hay que distinguir lo que son comportamientos inadecuados de los simples errores. Nunca debemos reprochar al perro el no conseguir realizar aquello que intentamos enseñarle. Por otra parte, no podemos castigar al animal de forma desproporcionada, si se ha peleado por un juguete, lo cual es bastante habitual en perros muy posesivos, será suficiente con hacer que se siente y obligarle a permanecer quieto mientras otros perros juegan, éste es un castigo muy molesto para el animal pero, al contrario que los azotes, correazos y otras salvajadas, no daña su psique ni le aterra, sólo le enseña que su actitud es contraproducente y que le llevará a permanecer un buen rato aburriéndose mientras otros perros disfrutan del objeto culpable de la pelea. Esto es aplicable a las travesuras más comunes, no hablamos de trastornos graves de comportamiento. Por supuesto, antes de poder corregir a nuestro compañero, el perro debe respetarnos, debemos haber establecido el vínculo antes nombrado.

Por desgracia, bastantes personas descargan sus frustraciones sobre sus animales, gritándoles y pegándoles. Como ya he dicho, si con cualquier perro tales barbaridades son negativas, con un recién salido de un “penal canino” resultan nefastas. Y hablando de cosas nefastas, tristemente he visto a más de un profesional utilizar collares eléctricos, en especial para corregir comportamientos ¿dominantes? y similares. Estos artilugios, recomendados en algunos comercios como una forma rápida de conseguir resultados en la educación de perros tozudos, son efectivos a un precio muy alto: mantienen al animal en un estado de estrés permanente, lo cual es altamente negativo para su salud, y consiguen la obediencia a través del miedo, no del respeto.

«Quiero uno mamá…»

Cuando adoptemos un perro no debemos hacerlo jamás por capricho, para que un niño juegue o exclusivamente porque nos guste su aspecto. Hemos de ser conscientes de que tendremos a nuestro lado al animal entre diez y dieciséis años, que tiene necesidades físicas y afectivas y que si nos deshacemos de él, aunque lo regalemos a otra persona, sufrirá mucho porque su naturaleza le hace unirse fuertemente a sus dueños. De hecho, nos convertiremos en el centro absoluto de su vida, algo que no todo el mundo tiene en cuenta, tratando a sus animales como si fuesen objetos de los que uno puede librarse cuando estorban en casa. Compañía y lealtad ilimitada son algunas de las cosas que recibiremos a cambio de tres paseos diarios y un par de puñados de pienso; es mucho lo que ofrece un perro a cambio de bien poco.

Vídeos del autor con Toby: Primera parte, Segunda parte.

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