¿Entendemos a los perros? ¿Conocemos sus necesidades? ¿Sabemos satisfacerlas? El texto que encontrarás a continuación relata un caso real -muy complicado- de una modificación de conducta en un perro «problemático». La persona que lo ha escrito, colaboradora de doogweb, ha preferido no firmarlo, pero no importa, la esencia de lo que transmite es la misma. Disfrútalo.
«Mi querido Tolo»
«Tolo» es un perro de raza Bull terrier, de unos 27 kilos aproximadamente y de 4 años de edad, acudió a consulta por un ataque episódico de agresividad (con una gravedad importante aunque sin lesiones que requirieran atención médica), hacia uno de los miembros de la familia.
El análisis de riesgo reveló un riesgo muy alto, ya que los ataques producidos (eran más de uno aunque no con esa gravedad) eran impredecibles, la potencia de la mordida alta (no existía el control del mordisco), el miedo del miembro de la familia que era la que recibía los ataques era altísimo, etcétera.
«Tolo» no había tenido socialización ninguna, su primer año de vida lo pasó aislado en una azotea y con un bozal puesto permanentemente para evitar los ladridos, sin tener apenas contacto con la ciudad, otras personas u otros perros; no hacía ejercicio físico y no tuvo estimulación ambiental.
Pasado el tiempo el perro convivía ya con la familia (cuando yo llegué a la misma) pero en las condiciones comentadas anteriormente, aunque no en la azotea, su capacidad de frustración era nula, su estimulación ambiental seguía siendo casi nula ya que convivía con la familia, de pequeño le enseñaron a pedir lo que quería mordiendo, y su exceso de actividad en la casa era altísimo.
Tuve que hablar con los dueños, solo comenzaríamos el tratamiento si realmente estaban dispuestos a hacer un cambio de hábitos muy elevado (aumentar estimulación ambiental, ejercicio físico diario, cambiar la manera de relacionarse con el animal) y porque habían instalado en la casa puertas de seguridad que permitían no solo un control excelente de la ubicación del animal, sino que además al llegar a la altura del pecho era posible el contacto táctil y visual con el animal sin peligro para la salud; en mis tres primeras consultas me llevé ocho mordidas por consulta ( llevaba protección), a partir de aquí las mordidas se redujeron muy considerablemente, y en unas semanas apenas las realizaba, hoy en día son inexistentes ( 10 meses después).
El animal empezó a recibir lo que necesitaba que era la prioridad número uno después de la seguridad, paseos diarios, cambio a un bozal (en los paseos) donde las experiencias no hubieran sido negativas, estimulación ambiental de varios tipos y aprendizaje de la inhibición de la mordida.
Pero entonces vino lo realmente difícil, cambiar la manera de relacionarse de los dueños con el animal, este cambio de hábitos que aparenta ser sencillo es lo realmente complicado y su proceso lleva muchos meses. Algunas personas pensarán que este animal fue maltratado…. Muchas veces cuando voy a consultas los dueños se sienten realmente mal… Yo para aliviarles un sufrimiento que no es justo para ellos les digo «mire, yo no soy electricista… deme un enchufe y ya verá lo que pasa» (y lo hablo en serio).
Nuestra sociedad tiene identificada la violencia física como maltrato y la psíquica también hoy en día. Pero con los animales se evidencia la física, la del otro tipo (relacionado con su bienestar: necesidades de su propio comportamiento) la desconocemos. Usted no es cruel, a sabiendas es que sencillamente no lo sabe.
El profundo amor de esta familia por su animal, reveló en ellos una generosidad que pocas veces he visto.
Hoy en día «Tolo» es un animal, muy tranquilo, repito muy tranquilo y relajado, con una inhibición de la mordida espectacular, feliz, obediente, tiene sus paseos diarios también tranquilos que no fueron así en un principio (su falta de socialización le generó una fobia a los ruidos), su capacidad de frustración es perfecta, ahora si quiere algo gime, da la pata, se sienta, ladra con ladrido de atención y no exige que se le acaricie continuamente (tiene un problema de piel que va y viene, es un perro albino).
Y aunque aún queda un trecho -debe de aprender otras conductas para controlar sus demandas y reforzar las jerarquías- ya es capaz de aceptar un «no» del miembro de la familia con el que más problemas tiene.
Algunos pensarán que era un perro dominante, y aunque la muestra de su agresividad era ofensiva, sus comienzos de agresividad con dicho miembro eran de apaciguamiento (volver la cara, agachar la cara), al no ser bien identificadas por la persona, el animal pasaba a la única estrategia que le quedaba, atacar.
Pocas veces he visto tanto amor hacia un animal y tanta generosidad, no en palabras sino en hechos.
Estas palabras van para estos seres humanos que aman tanto su animal para luchar por él y ser capaces de confiar, con ello también me han hecho a mí mejor persona. Muchísimas gracias.
Espectacular! Y gracias a la colaboración de los dueños, porque la gran mayoría lo hubieran sacrificado a la primera señal de agresividad. Por suerte, aún quedan personas así, responsables!
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Digno de ser compartido, sí señor. Un gran trabajo y un gran giro en la vida de Tolo, lo más importante 😉
Espectacular! Y gracias a la colaboración de los dueños, porque la gran mayoría lo hubieran sacrificado a la primera señal de agresividad. Por suerte, aún quedan personas así, responsables!
depués de la tormemya siempre llega la calma…….. y llegará créme……