Mi perro perfecto

El perro perfecto debería ser…

Mi perro perfecto, así debería ser, y así es.

Por Juan Francisco Calle.

Difícil tarea la que me he autoasignado para hoy. ¿El perro perfecto? Demasiado pretencioso y subjetivo el titular, pero estas lineas son solo una opinión, un ensayo quizás (por aquello de definirlo como «texto breve de reflexión subjetiva») y no pretenden aportar nada más allá de una visión personal.

Mi perro perfecto debería ser trepidante como un border collie, potente como un terranova, y con la paciencia infinita hacia la ignorancia del hombre del labrador. Debería tener la mirada empalagosa del golden retriever, la intensidad explosiva del malinois y la expresión de un aussie. El tesón del teckel, y el equilibrio germánico del pastor alemán. Debería tener el olfato de un bloodhound con el trote incansable del husky siberiano. A veces debería tener el tamaño de un corghi, pero en otras debería ser un enorme malamute al que abrazar y con el que compartir sofá.

El perro perfecto debería tener la torpeza e inocencia del cachorro, el descaro insultante del jovenzuelo, la madurez del adulto y la templanza y dignidad del viejo.

Y debería tener la férrea salud de un mestizo «mil razas», libre de todas esas taras genéticas que la codicia e ignorancia humana se han encargado de perpetuar en tantas y tantas razas. Debería ser un perro feliz, y la felicidad no es compatible con el dolor.

Vaya, tanto esfuerzo en imaginar el perro perfecto juntando letras con un acierto discutible para alcanzar la conclusión final: el perro perfecto es una utopía y no existe en uno solo, ¡está dentro de cada uno de nuestros perros, de cualquier raza y en todas las edades!

Pienso Earthborn.

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