Un perro ciego no puede comprender nuestros gestos ni nuestro lenguaje corporal. En apariencia estamos muy limitados, sin embargo, podemos enseñarle diferentes comportamientos o trucos con suaves «toques». Estos ejercicios, lejos de algo circense, son una excelente forma de interactuar con un perro que carece de estímulos visuales. Estos trucos enriquecen su mundo sin imágenes, le hacen trabajar y sentirse útil, y además pueden servir para soluciones concretas como desplazarse en una determinada dirección. Más importante si cabe, es que gracias a estos ejercicios, el perro interpreta que «algo que le toca» como «algo bueno», y de esta forma se elimina la ansiedad, el miedo e incluso la agresividad habitual en perros ciegos con inseguridades.
Un perro ciego, sordo, o con una minusvalía de cualquier tipo, es un compañero idéntico a un perro en plenitud de facultades. Tal vez no pueda ser un perro destinado a deporte o un trabajo específico, pero como animal de compañía no es diferente de cualquier otro perro.