Cuando no hay escape… Aparece la indefensión aprendida
En otras ocasiones hemos hablado de la «indefensión aprendida«, como un estado terrible al que pueden llegar los perros sometidos a castigos excesivos e incontrolados. Pero es un problema lo suficientemente importante como para dedicarle unas líneas en exclusiva.
El escape como alternativa
La primera reacción que presentará un perro ante un evento desagradable o peligroso es la conducta de evitación.
Si algo le molesta, agrede o desconcierta, la salida natural del conflicto es evitarlo. Un perro que tiene miedo a los ruidos se esconde ansioso por dejar de escucharlos, cuando su acceso a la valla del jardín dotada de pastor eléctrico produce una descarga, la evitará, si el castigo le llega por rebozarse en un charco… aprenderá a evitar el charco (o a la persona que lo castiga)…
Y así sucesivamente. El mecanismo de evitación es en sí mismo un mecanismo primigenio de conservación y supervivencia.
¿Evitación o escape?
Son las reacciones normales, en todos los casos anteriores, el perro desplegará con seguridad todo su arsenal de señales de calma, y evitará o escapará de aquello que ha asociado con «peligro» de mayor o menor importancia.
En realidad es algo natural, todos aprendemos mecanismos de escape mediante las experiencias que vivimos, nosotros también incluso en eventos tan cotidianos como éstos: evitamos la sopa caliente, las avispas que se nos acercan, bajamos la velocidad en los radares fijos de las carreteras conocidas… y todas aquellas situaciones que interpretamos pueden ser de una u otra forma peligrosas. Nos adaptamos a nuestro entorno y lo que le rodea.
La indefensión aprendida es un problema gravísimo que destruye a un perro de trabajo, de defensa, de deporte… Pero también afecta de igual manera a nuestros compañeros, a los perros de familia
¿Y cuando no hay salida?
Pero cuando la agresión, el evento desagradable, el castigo y, en definitiva, aquello que despierta los mecanismo de escape en el perro (o en el hombre, son infinitas las torturas que se han realizado siguiendo estás técnicas), continúa sin control, no es gestionable, no se puede controlar ni solucionar mediante evitación e escape, comienza a aparecer la indefensión aprendida. No hay contingencia entre acontecimientos, no se pueden prever, no se pueden solucionar.
El castigo crónico, aunque sea de baja intensidad, es uno de esos «ataques a la supervivencia» que llevan a la indefensión aprendida.
Acerca del adiestramiento «tradicional»
En los últimos años, hemos asistido a una espiral de críticas continuas a todos los métodos de adiestramiento en los que se empleen métodos aversivos, correcciones, castigos positivos, refuerzos negativos… Sólo el refuerzo positivo es admitido por todos, hasta el punto de que incluso el castigo negativo es puesto en entredicho en ocasiones.
Mientras tanto, los defensores de los métodos tradicionales, argumentan que la corrección, el castigo, es algo que existe en la Naturaleza, y en cualquier estructura familiar o -en definitiva- jerárquica. Y es cierto.
Sin embargo, el verdadero problema, el quid de la cuestión, es que estas correcciones de las que tan alegremente se habla (golpea aquí, toque allá o descarga «no-se-cuando») requieren una experiencia, un control sobre el entorno, un conocimiento de la tolerancia del perro ante estímulos físicos y psicológicos, y un equilibrio mental del propio guía, que no están al alcance de casi nadie.
En el otro extremo, el del positivismo extremo (adiestramiento en positivo mal entendido), los efectos secundarios del error, de la falta de experiencia o la falta de equilibrio entre respuesta/refuerzo son infinitamente menos perjudiciales.
Los efectos de la indefensión aprendida
Volviendo al tema que nos ocupa, la indefensión aprendida, produce en los perros -entre otros- los siguientes efectos:
• Incapacidad para aprender, problemas cognitivos. Incluso si se soluciona el problema mediante un programa de modificación de conducta que lleve al perro a superarlo. Ese perro ya nunca «aprenderá» igual porque su capacidad cognitiva queda alterada.
• Desaparece la motivación y la autonomía. El perro dejará de ofrecer conductas espontáneas.
• Problemas emocionales.
• Inseguridad, miedo, ansiedad, estrés, automutilación, estereotipias… El perro no es capaz de gestionar acontecimientos cotidianos, cualquier cosa puede pasar a desencadenar episodios de pánico.
• Problemas físicos.
En definitiva, la indefensión aprendida es un problema gravísimo que destruye a un perro de trabajo, le incapacita para su labor. Lleva de vuelta a casa a los perros militares que padecen síndrome de estrés postraumático (por desgracia algo habitual en perros de guerra), inutiliza a perros de defensa, de deporte…
Pero también afecta de igual manera a nuestros compañeros en el día a día, a los perros de familia con los que compartimos salón y salidas al parque. Piénsalo muy bien la próxima vez que estés tentado/a de castigarle.
Por desgracia es el metodo unico utilizado en la mayoria de los programas televisivos de tanta difusion, junto con la técnica de inundacion. Lo malo es que el espectador no se da cuenta de lo que esta ocurriendo.
Os recomiendo el libro del psicologo positivista Martin Seligman (indefension aprendida) que fue el que postulo dicha teoria.Preciosa la introducion en la que pide perdon por todos los perros utilizados durante la investigacion, aunque intento rehabilitar a los máximos posibles.
Un saludo