Rescate de un galgo (físico y veterinario, pero sobre todo emocional)

10 días desde el rescate de un galgo, y lo que dan de sí…

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Texto y fotos: Borja Comas (Educación Canina con Empatía).

Un galgo de los más especiales con los que me he cruzado hasta ahora (espero cruzarme con muchísimos más). Hay que decir que nuestra protagonista no es una galga valiente, pero tampoco estaba en el estado de miedo o pánico como por desgracia se encuentran la mayoría de galgos rescatados en el territorio español.

Nos conocimos unos días antes, unas cuantas veces en el refugio. Siempre me acercaba a verla, darle algún mimo si ella lo quería y darle algunos trocitos de premios para despertar su interés («sobornando», hablando claro 😉 )

Rescate de un galgo y sus problemas de salud, ¡a solucionarlos!
Un día sin más la vimos decaída, apática y que no comía. Se llevó directamente al veterinario, donde se aconsejó su ingreso, ya que había tenido una infestación de pulgas cuando había sido llevada al refugio, estaba bastante delgada ya de por sí y encima tenía casi 41 grados de fiebre.

Al día siguiente se le dio el alta diagnosticando una gastroenteritis vírica. Para asegurar mejor su recuperación ya que en un refugio un perro enfermo lleva mucho más trabajo y varía las rutinas en muchos aspectos, decidimos que se viniera a casa, donde podría estar más controlada y así también ganaría peso más rápido aparte de que le vendría muy bien para su proceso de educación.

La confianza es la clave
Nunca hay que forzar a ningún perro de perrera a hacer cosas que no quiera o no se sienta cómodo, muchísimo menos en esos primeros días, donde lo más importante es que el perro coja confianza con su nuevo ambiente, compañeros y que confié en su nuevo guía. Lo importante no es lo que hace ni cómo lo hace para mi modo de entrenar, sino simplemente que coja confianza y de paso ir guiando hacia hacer algunas cosas que aparte de entretener su mente, después usaremos para tocar otras partes de su educación, o mala educación según se vaya viendo.

Estimulación mental y olfativa

Empezamos trabajando con un poquito de comida algunas cositas. Tuvimos la suerte o mala suerte de que venía de estar unos días algo pachucha, y decidimos aprovechar algún pequeño momento puntual que nos ofrecía de juego sin más para ir introduciendo la pelota a modo de herramienta de juego, aunque al principio nos valía simplemente con conseguir interés por la pelota.

Pero… ¡Si no «sabe» jugar!
La primera vez que se le enseñó un mordedor o una pelota, el perro obviamente la miró al ser algo nuevo, pero no quiso interactuar en ningún momento. Siendo un galgo quisimos probar a ver si con el movimiento conseguíamos una activación hacia el objeto, así que lanzamos la pelota y lo único que se consiguió después fue un ligero interés por ese objeto que se movía de forma tan irregular. Pero esa curiosidad se activó solo durante el poco tiempo que la pelota estaba en movimiento, una vez la pelota estaba quieta no había ningún tipo de interés por ella. En ningún momento usaba la boca para interactuar, daba un saltito siguiendo el movimiento y le daba un golpe con las patas delanteras (juego muy típico de algunos galgos que no muerden pero que les puede la curiosidad por el movimiento)

A los dos días probamos alguna técnica basada en lo que aprendimos en la llamada vieja escuela (sin necesidad de recurrir a ningún tipo de piel natural o sintética), en casa probamos a darle algún trapito y le dábamos movimiento con una cuerda. Después añadimos mordedor (de tela francesa, muy agradable normalmente para la mayoría de bocas). Y nos encontramos con que fuera de casa ese pequeño interés se esfumaba en cualquier otra cosa que era más importante que coger un mordedor.

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Esperando el momento, sin prisa
Se esperó un rato para ver qué momento era el que mejor podíamos aprovechar para jugar una de las últimas cartas (en ese momento porque se quería intentar capturar un tipo de juego, no hay por qué ponerse ningún tipo de meta en un tiempo definido para enseñar según qué cosas. Si no sale hoy tenemos muchos otros días para sacarlo. Incluso muchas veces es mejor dejar un poco de lado las cosas, dar un descanso de unos días y volver a empezar) que en este caso consistió en la simulación de los movimientos de una presa, que ya sabíamos que un mínimo interés tenía aunque fuera para jugar con las patas (las «bicicletas» de Cristiano se quedan cortas comparadas con las de esta perra xd) y seguido ahora de unos movimientos tipo espasmódicos que pueden hacer las presas al ser atacadas por un depredador. ¡Bingo! Eso ya eran palabras mayores y el perro si usó la boca en este caso, como buen galgo le «salió» esa parte genética y no pudo evitar cogerlo con la boca y sacudirlo de lado a lado (lo mataba) y si el interés seguía después se lo llevaba para acabar de matarlo lejos de mí.

«Ya teníamos lo que a mí me gusta, motor instintivo con el que poder trabajar»

En este caso pasamos sin dudar el interés hacia la pelota con cuerda ya que nos permite lanzarla para activar al perro si lo necesita, pero tiene la genialidad de ser un objeto con el que podemos luchar (jugar a tirar) con el perro. A mí particularmente es un tipo de juego que me gusta mucho, ya que indiscutiblemente me necesita para jugar. Aunque hay que ir con mucho cuidado y hacer las cosas bien si queremos asegurarnos un juego y perros sanos.

Evolucionando el comportamiento de caza a presa
La idea era modificar un poco ese patrón de matar el objeto e intentar conseguir que el perro disfrutara más de jugar a tirar (cuando vienes de trabajar con razas potentes hay que ser muy sutil a la hora de ir moldeando la presa con los objetos, cuando estamos hablando de un galgo que no la ofrecía) cosa que conseguimos ir moldeando y reforzando.

Moldeando habilidades y obediencia

Hasta ha cambiado también el patrón de irse con el objeto, ahora lo va a buscar y lo trae para seguir jugando. Incluso gracias a que ahora le gusta mucho este tipo de juego nos permite trabajar el autocontrol, porque con comida al principio se perdía demasiado y no era capaz de entender lo que se le pedía ni la situación. A través del juego con pelota nos ha permitido trabajar los inicios del autocontrol para que ella se entere un poco de cómo va la cosa, y después no ha permitido trabajarlo directamente con comida que es donde necesita más esa parte de autocontrol.

Ahora la perra ha sido castrada y ha tenido unos días de descanso extras (añadidos a los que ya tuvo la pobre).

 

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