Los perros nos quieren siempre, pero a veces no de una forma sana
Y es que los perros tienen la capacidad de olvidar (en apariencia) los malos ratos pasados, y querer a sus humanos sin condiciones. Por eso es importante saber si nuestros perros nos quieren, de verdad, no con sumisión.
1. El lenguaje corporal. Es el primer y más obvio mensaje que nos envían los perros continuamente. La mirada clara, la cola alta, los movimientos rápidos, las patitas bailando… Son, signos bastante claros de que la relación entre ser humano y perro es buena. Las señales de calma excesivas, más allá de lo razonable, nos indicarán lo contrario.
2. Actitud ante el aprendizaje. Un perro que quiere a su guía está deseando aprender cosas, es un perro proactivo. No importa si se trata de un mastín o un border collie, solo les separará la velocidad, porque la actitud será fácilmente reconocible.
3. Comportamiento ante el «humano serio». Si un perro ve a su guía serio, distante o enfadado… Puede adquirir varios comportamientos diferentes, y hay uno muy claro que indica mala relación: el perro que evita a su guía, e incluso huye si lo ve enfadado, evidentemente no confía en él. Por el contrario, muchos perros con buena relación simplemente esperan a que se nos pase, o incluso intentarán consolarnos. Sí, has leído bien, querrán consolar a su «humano serio».
4. Resiliencia. «La resiliencia es la capacidad para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas». El perro que se sobrepone con facilidad al error o la adversidad en presencia de su guía, es un perro con buena salud emocional, seguro.
5. La relación con el entorno. Un perro que no confía ni quiere a su guía no puede confiar en el resto del mundo. Por eso los perros más felices y que mejor se relacionan son los que tienen a su vez una mejor relación con su guía humano. Es prácticamente imposible que un perro encuentre la referencia social humana en otras personas que no sea su entorno directo.
Y muchos perros en apariencia cumplen con estas pautas, parece que nos quieren «siempre», pero en realidad no es así. Simplemente lo parece. La buena noticia es que si nosotros cambiamos, ellos cambiarán. Somos responsables de que nuestros perros coman, beban, duerman y no tengan enfermedades, pero también somos responsables de que sean felices.